Dos mil millones de años atrás, la Tierra se estaba recuperando de una de las más profundas modificaciones de su medio ambiente: la oxigenación de la atmósfera y los océanos. Esto llevó a una serie de importantes cambios en los ciclos biogeoquímicos globales, y también resultó en una amplia distribución de uno de los elementos clave de la vida, el fósforo.
Los análisis en la Formación Zaonega, un singular conjunto de rocas preservado en Carelia, Rusia, con una edad de alrededor de dos mil millones de años, han revelado un resultado sorprendente: La formación de las primeras fosforitas (minerales ricos en fosfatos) de la Tierra fue en buena parte, o incluso en su totalidad, una fenómeno regulado por la actividad de las bacterias del azufre.
Micrografía electrónica de una capa de 100 nanómetros de grosor de la formación rocosa de Zaonega. Las áreas brillantes corresponden al apatito, un mineral de fosfato de calcio con incrustaciones de material rico en carbono. La matriz de color gris oscuro consiste en carbono desordenado.
En el mundo moderno, las bacterias del azufre viven alrededor de las fumarolas negras, fuentes termales subacuáticas en las cuales el agua calentada por la actividad volcánica existente bajo el lecho oceánico brota por chimeneas naturales a temperaturas de hasta unos 400 grados centígrados. Se las llama así porque parece como si emitieran humo negro. El "humo" es realmente una suspensión de minerales oscuros ricos en hierro y azufre que se precipitan cuando el agua caliente se topa con el medio más frío de las profundidades oceánicas. Las bacterias actuales del azufre intervienen en la formación de minerales ricos en fosfatos.
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